
40.La ciudad inmóvil
Cité épiscopale d’Albi
Albi refuerza sus murallas a partir de 1345- 1350 para operaciones vinculadas con la Guerra de los Cien Años. La línea de las fortificaciones pasa al oeste, entre el Castelviel y la catedral, y rodea el campanario de esta última.
Las estructuras internas de las murallas quedan fijas entonces y sólo se les realizarán modificaciones de detalle hasta 1750. Un estancamiento de cuatro siglos sigue a un crecimiento que de prácticamente igual duración.
La ciudad conoce una sucesión de pestes y hambrunas particularmente mortíferas. La población albigense desciende de 10 000 personas en 1343 a 3200 en 1483. Es necesario establecer un cementerio fuera de los muros, al sudeste de las murallas, el cementerio nuevo, para recibir a los muertos.
A comienzos del siglo XVI se produce una recuperación demográfica parcial, que es seguida muy pronto por una nueva regresión, que continúa hasta la peste de 1630. A partir del siglo XIV, la mortalidad y las guerras tendrán como consecuencia el empequeñecimiento de los suburbios de Ronel, Verdusse y Vigan.
Entre 1340 y 1740, la ciudad vegeta, estrechamente encerrada en sus murallas. Experimenta algunos cambios, todavía visibles hoy.
Aprovechando una recuperación coyuntural después de 1475, durante el auge de la producción de pastel y de azafrán para el gran comercio internacional, una cierta prosperidad favorece a la comarca del Albigense. El obispo Louis de Amboise, hombre de confianza de Luis XI y después de Carlos VIII y de Luis XII, aporta a la catedral los niveles superiores de su campanario, el Juicio Final y el coro.
Algo después su sobrino, Louis II, convoca a Albi a los pintores italianos que decoran las bóvedas de Santa Cecilia. Además, el despoblamiento que se ha producido a partir de 1348 favorece al interior de los muros una expansión financiera y espacial sobre los bienes raíces urbanos.
Esto permite que florezcan mansiones aristocráticas. Enriquecidos por el comercio del pastel durante ese siglo (1460- 1560), cuando el tráfico resulta rentable, mercaderes que pronto serán ennoblecidos por el ejercicio de oficios reales hacen construir hermosas residencias, caracterizadas por torres que gozan de mejor exposición, especialmente a lo largo de la muralla meridional, en Verdusse, o bien a lo largo de la calle del Vigan, arteria del desfile urbano que utilizan todos los cortejos solemnes.
Los espacios liberados por la deflación demográfica permitirán también la reconstrucción al interior de las murallas del hospital Saint-Jacques y más tarde del convento de los Carmelitas, y después de nuevas instituciones religiosas.
La monarquía también contribuye a modificar el panorama de la ciudad. Enrique IV hace retirar la corona de la torre Sainte-Catherine del palacio episcopal, y después, en 1624, en tiempos de la revuelta de Rohan, el Parlamento de Toulouse hace arrasar la fortaleza situada en la punta occidental del Castelviel, antigua residencia de los condes de Toulouse y de sus feudatarios.
Hay que esperar, sin embargo, el reinado de Luis XIII para que se manifiesten los inicios de una política, todavía tímida, de ordenamiento, orientada hacia el agrado general y la comodidad de la circulación.