
Los obispos
Cité épiscopale d’Albi
Hasta la Revolución Francesa, los obispos de Albi, promovidos a arzobispos a fines del siglo XVII, siguen siendo los señores de Albi y los grandes actores de la vida de la ciudad, mecenas de primera importancia.
Son elegidos por el rey en las familias de la alta nobleza y conservan estrechos vínculos con la corte real; su estancia en Albi es a menudo sólo una etapa hacia más importantes destinos.
En el linaje de Bernard de Castanet y Louis de Amboise llegan en el siglo XVII prelados fastuosos como Daillon du Lude, los arzobispos Serroni y Le Goux de la Berchère; en el siglo XVIII, Choiseul-Stainville, hermano del ministro de Luis XV y finalmente, el último antes de la Revolución, el célebre cardenal de Bernis, antiguo ministro del rey Luis XV, y después arzobispo de Albi y embajador en Roma.
Al entrar a Albi, los obispos eran recibidos por los albigenses con gran pompa; los cónsules les ofrecían regalos y les entregaban simbólicamente las llaves de la ciudad.
Al mismo tiempo, los arzobispos, Choiseul o Bernis se desempeñan como intermediarios entre los albigenses y las autoridades, interceden ante el rey, su intendente o los estados del Languedoc para obtener ventajas y subsidios.
En el siglo XVIII los albigenses se declaran incluso “los muy humildes, muy obedientes, muy sumisos y muy fieles vasallos y servidores" de su arzobispo.
Estos prelados, a la vez jefes espirituales y administradores temporales de la diócesis y de la ciudad de Albi; presiden los “Estados albigenses”, asamblea que reparte imposiciones, sostiene la vida económica, estimula las obras de urbanismo y se preocupa de la enseñanza y de la asistencia…
A los obispos de Albi se debe la fundación del hospital general en 1689, la instalación del colegio de los jesuitas en 1623, y en 1750, la llegada a Albi de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que dan fuerte impulso a la enseñanza primaria.
Los obispos disponen de ingresos de uno de los obispados más ricos de Francia, a los cuales se añaden sólidas fortunas personales.
Además, estos ricos prelados, personajes poderosos e influyentes también en la corte, continúan con la tradición de los grandes mecenas, introduciendo a la manera de Versalles el gusto por el Clasicismo tanto en la catedral como en el palacio de la Berbie, y favoreciendo al mismo tiempo la apertura de la ciudad a un urbanismo renovado.