
La Ciudad episcopal
Cité épiscopale d’Albi
La Ciudad episcopal es un conjunto urbano de ladrillo que se destaca por su color, fuerza y armonía. Refleja la simbiosis entre una ciudad y un conjunto episcopal, y expresa el poder, temporal y espiritual a la vez, del obispo en la época medieval.
Puede ser calificada de “ciudad episcopal” toda ciudad en la cual resida un obispo; pero la relación de los obispos para con su ciudad de residencia varía de manera considerable. En el caso de Albi, la noción de “ciudad episcopal” posee un contenido vasto y preciso al mismo tiempo. Los orígenes y el desarrollo de la ciudad se deben en gran parte a la presencia de un obispado. Un palacio desusadamente fuerte y una catedral imponente expresan la preeminencia temporal y espiritual adquirida por los obispos en la época de su fundación, en el siglo XIII.
La ausencia de cualquier otro polo monumental, y en especial de una plaza cívica, asamblea municipal o mercado, refleja la exclusividad de los obispos en la definición de la escenografía urbana, tanto más cuanto que la colegiata, vecina a la catedral, albergaba la sepultura y llevaba el nombre de un obispo del siglo VI, Saint Salvi.
En toda época, los obispos desempeñaron un papel importante en la génesis y definición del tejido urbano, así como en la economía y vida de la ciudad. Poblado modesto en los tiempos galorromanos, Albi se convierte en ciudad gracias a su ascenso al rango de capital de distrito y de diócesis a comienzos del siglo IV.
Su permanencia en los siglos IX y X, cuando los condes de Albi son reemplazados por los de Toulouse, se debe a la presencia de un obispado. En 1040, el obispo interviene de manera determinante en la construcción del puente que captará un tráfico importante y hará de principal nodo entre los caminos de Cataluña hacia el Limousin y Auvernia, y del Mediterráneo hacia el Atlántico.
Se establece entonces el pueblo artesanal y mercantil que rodea Saint Salvi, mientras que se puebla el espacio que une este último a la cabecera del puente. En el siglo XII, los prelados conducen en parte el poblamiento de la zona de Castelnau. La creación de este nuevo barrio produce una reorganización toponímica: el sitio primitivo de la ciudad recibirá entonces el nombre de Castelviel.
Con el paso del tiempo, y con el apoyo de la población, el poder episcopal tiende a eliminar al poder vizcondal del espacio urbano. La cruzada lanzada contra los albigenses corona esta evolución; en su favor, el obispo se convierte en señor temporal de la ciudad.
Esta situación es rápidamente motivo de protesta por parte de las élites citadinas y de los oficiales del rey. Los fieles de los “hombres buenos” (llamados “cátaros” desde 1960) forman en paralelo una contestación espiritual. Es entonces cuando, como respuesta a esta oposición, los obispos comienzan la construcción del palacio de la Berbie y de la catedral Santa Cecilia.
Estos edificios gemelos establecen de manera definitiva la marca episcopal en la ciudad, excluyendo cualquier otra, dado que el grupo monumental que forman oblitera el barrio canónico cuya marca es visible en la topografía de otras ciudades.
Son también la expresión del momento en el cual se instaura una forma de monarquía episcopal en la iglesia diocesana.
Sucesor de los apóstoles por la virtud del orden y del Espíritu, el obispo adquiere un papel mayor en la institución eclesiástica, que se expresa en el hecho de que el púlpito (cátedra) a partir del cual irradia la enseñanza de Cristo, sirve ahora para calificar a la iglesia matriz de la diócesis como “catedral”.
Los obispos de Albi dieron forma al espacio albigense hasta finales del siglo XVIII. Fundaron un hospital general, acondicionaron el muelle al unir el puente con la plaza del mercado, y crearon jardines en los alrededores del terreno ferial del Vigan.
En el siglo XIX desaparecen de la ciudad episcopal todos los cementerios y los campanarios de varias iglesias. Un urbanismo radical lleva a destruir el centro mercantil de la ciudad; sin embargo, la ciudad episcopal se mantiene como uno de los polos centrales de la localidad. A partir de 1975 el aumento del turismo provoca la reorientación de las actividades hacia su antiguo centro.
El grupo episcopal está constituido por un conjunto relativamente homogéneo, gracias a la densidad de la estructura, lo sinuoso de sus calles estrechas y pintorescas, pero sobre todo gracias a la armonía de tonalidades ligada a las tejas romanas y al ladrillo.
Créditos texto: “Albi, la cité épiscopale. Capitale de la brique.” Ediciones Grand Sud, Jean-Louis Biget; Henri Bru.