
El ladrillo
Cité épiscopale d’Albi
La originalidad de la catedral de Albi proviene en primer lugar del material con que fue construida, el ladrillo.
A diferencia de la piedra, que requiere especialistas para tallarla y colocarla y que a veces implica transportes costosos, el ladrillo es producido en el lugar y es fácil de utilizar por sus dimensiones standard: gracias a su carácter modular, simples maniobras permiten que la obra avance bastante rápido, de manera que los muros de Santa Cecilia están aparejados en todo su espesor y no incluyen ningún relleno.
Elegir el ladrillo implicó ante todo motivos espirituales. Diseñada como respuesta a la herejía cátara, la catedral debía ser levantada rápidamente; por otra parte, por su simplicidad y sobriedad, el ladrillo expresa una conversión a la pobreza que responde así a las críticas de los « enemigos » de la Iglesia contra el lujo en los lugares de culto.
De manera general, el carácter simple y al mismo tiempo grandioso de la arquitectura de Santa Cecilia sugiere, contra los heréticos, que la materia puede evocar al Espíritu. El ladrillo también contribuye en este sentido por las variaciones cromáticas que crea.
Se encuentra en Albi la utilización de un módulo particular, que se denomina « ladrillo foráneo ». Este término provendría de que el ladrillo era cocido en un horno (four) y de mejor calidad, en comparación con los ladrillos crudos; o bien del hecho de que se vendía esencialmente en las ferias (foires).
El ladrillo foráneo responde a un módulo armonioso, fácil de manipular (de 8 a 9 kg), y sus dimensiones medias (5,5 x 22 x 37 cm) se aproximan a la proporción áurea, que busca un equilibrio en las proporciones. 1 El ladrillo foráneo contaba con una superficie de apoyo muy importante, que permitía montar albañilerías completas sin recurrir a ningún elemento de encadenado de piedra.
Este material permitía obviar los delicados problemas de tallado para los ajustes, y no requería especialistas calificados para construir los muros. Por lo tanto, en un período en el cual en las catedrales del norte de Francia, como Reims o Amiens, se estandarizan elementos de arquitectura pre-tallados en las canteras, en la catedral de Albi se utiliza el ladrillo foráneo, material estructuralmente estandarizado.
Por último, el uso del ladrillo estaba vinculado con el espíritu del gótico, que valorizaba el pensamiento técnico y la estructura. La arquitectura gótica era una búsqueda mediante la descomposición de las diferentes funciones técnicas, permitiendo que los elementos portadores quedaran a la vista: arcos, pilares, muros...
En los edificios religiosos se justifica plenamente el triunfo del ladrillo, porque va a la par con el despojamiento y la simplicidad de las formas y los volúmenes. La catedral Santa Cecilia es así la demostración ejemplar del arte de construir en ladrillo.
El ladrillo foráneo le otorga cierto parentesco con las ciudades que se levantan a lo largo del río Tarn y del Garona; pero entre todas ellas destaca Albi como excepción.
La Ciudad Episcopal de Albi, con sus extraordinarios monumentos, lleva a su más alta expresión arquitectónica y estética un material que es, sin embargo, universal. El ladrillo confiere calidez, color y misterio a la catedral, y encuentra allí su gloria.
1La proporción áurea o número de oro es igual a (1+√5)/2, es decir, aproximadamente 1,618, y corresponde a una proporción considerada como particularmente estética. Aparece en el pensamiento griego con Pitágoras, en la transición de los siglos VI a V a.C.; pero es Euclides, en sus Elementos, el primero que desarrolla una teoría sobre este número, en el pasaje donde trata de definir la manera más lógica de cortar armoniosamente un segmento en dos partes desiguales. Esta proporción, para artistas como Leonardo da Vinci o Le Corbusier – para citar entre muchos sólo los más famosos – entregaría la clave de la armonía de una obra de arte. Esta creencia se difundió más aún con la aparición en los años 1930 del libro del rumano Matila Ghyka titulado El Número de Oro. Para este autor, los artistas griegos de la Antigüedad utilizaron deliberadamente el número de oro o sección áurea para despertar la emoción del espectador. Esto explicaría que la estatuaria y la arquitectura de la Grecia Clásica – el Partenón, las propileas – resulten tan maravillosas para nuestros sentidos. Valéry fue uno de los más fervientes admiradores de Ghyka, convencido de la veracidad de sus tesis.
Editado por el Ayuntamiento de Albi