
El sufrimiento y la muerte
Cité épiscopale d’Albi
La difusión prodigiosa de la representación de la muerte y de los sufrimientos de santa Cecilia fue una novedad en Francia en los años 1490. La amplitud de las representaciones escénicas expresa una angustia existencial y espiritual, que se explica por el cambio de la relación de los hombres con la muerte.
Durante mucho tiempo la muerte no producía mayor temor; se la consideraba un hecho natural, integrado al cosmos, porque el individuo no se concebía como persona. La socialización del tránsito y la certitud de que su memoria sería objeto de un culto también contribuían a apaciguar la idea de la muerte. Pero en los últimos siglos de la Edad Media se produce un verdadero traumatismo respecto a la muerte, en todos los medios, porque epidemias desoladoras y la movilidad de los sobrevivientes alteran la sociedad tradicional.
Hay entonces pocas posibilidades de morir rodeado de sus parientes y vecinos. Por lo demás, el culto de los muertos no se encuentra asegurado porque la longevidad de las familias no excede a una generación y las comunidades territoriales van desapareciendo paulatinamente.
A todo ello se añade un individualismo creciente en las élites, donde cada uno descubre “la muerte de sí”, de acuerdo a la expresión de Philippe Ariès.
La muerte pasa a ser personal y la Salvación un problema individual, como lo testimonian los libros que los difuntos de Albi llevan en su cuello para el día de la Resurrección.
Paralelamente aparece en las clases acomodadas una cierta alegría de vivir su vida terrenal y un placer de vivir que convierten a la muerte en un doloroso desgarramiento con el cuerpo.