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San Salvi

Cité épiscopale d’Albi

La colegiata Saint Salvi goza por su antiguo origen principesco de un vasto terreno, “l’Ort en Salvi”, el jardín de Salvi.

¿Debe situarse la sepultura primitiva de san Salvi allí donde está hoy edificada la iglesia? No es seguro. Pero esta tierra fue donada a los monjes en 943 bajo la condición de levantar una iglesia en honor a Salvi, donde fueron transferidas las reliquias del santo. Existe todavía bajo el altar mayor una cripta estrecha, vestigio de construcciones muy antiguas.

San Salvi surge entre los restos de lo que fue el Imperio Romano

De lo que fue la Galia sólo quedan desmenuzados restos esparcidos y degradados, agitados por permanentes convulsiones sin control, un rompecabezas que no consigue completarse y del cual Albi es una pieza permanentemente desplazada.

No se sabría nada de Albi si Gregorio, obispo de Tours (538-594), no hubiese dejado el lugar a una familia con la cual había establecido vagas alianzas, los Didier-Salvi, de nobleza galorromana y que dominaban la región albigense en el siglo VI.

Cuenta con un duque, Didier, que trata de crear en su provecho un vasto principado en la comarca del Toulousain después de 470; con otro Salvi, conde de Albigense, y un Syagrius, conde de Albi y prefecto de Provenza.

Son un buen ejemplo de esa aristocracia de Aquitania que organiza la sociedad simplemente porque constituye la élite, y porque sirve de relevo y de apoyo obligatorio a las instituciones del Bajo Imperio y del “Estado” merovingio. Los cargos y dignidades eclesiásticos le son inmediatamente entregados.

La familia de los Didier-Salvi cuenta con varios obispos cuya rápida santificación le confiere prestigio y refuerza su poder.

Después de estudios de derecho y humanidades, Salvi ejerce durante algún tiempo como abogado en Albi. Convertido en monje, pasa al olvido en una ermita en las puertas de Albi, lugar donde los religiosos se santificaban en la soledad, la mortificación y la plegaria, según la Regla de los Padres del desierto difundida en Galia, después de su adaptación por san Martín de Tours...

Observa una total abstinencia, hasta el punto que lo creen muerto; se preparan sus funerales y sorpresivamente abre los ojos como si saliera de un profundo sueño. El pueblo de Albi no se equivoca, el humilde Salvi es un elegido de Dios. Es nombrado obispo en 574.

Salvi fue tan buen obispo como había sido buen monje. En ese siglo de hierro, en la rudeza y desórdenes del tiempo de los merovingios, el obispo es al mismo tiempo jefe espiritual, defensor de la ciudad, padre de los pobres, conciencia del pueblo...

Salvi conserva sus relaciones con los Grandes de este mundo y es capaz de convencer al rey Chilperico de preocuparse mejor de su reino en vez de elaborar mala teología. Tiene el mérito de que se le oyó decir, en un éxtasis, que era demasiado necesario a la Iglesia como para serle retirado, como él lo pedía.

El hambre y la peste bubónica arrasaron: Salvi se mantiene en la ciudad y se dedica a quienes tienen hambre y no tienen dónde ir. Durante una epidemia pasa a ser víctima y muere después de diez años de episcopado, probablemente en 584.

Su cuerpo es enterrado en el monasterio donde vivió antes de ser depositado en el santuario edificado en el siglo X en el lugar de la actual iglesia que lleva su nombre, bajo el altar de san Saturnino.

La colegiata Saint Salvi es el santuario más antiguo de Albi dedicado a un santo local.

Hasta 1230, Saint Salvi tendría preeminencia sobre la primitiva catedral románica. Los obispos al entrar se inclinan ante las reliquias del santo obispo.

En el siglo XVIII se altera la cripta que se encuentra bajo el altar mayor y desaparece la tumba de san Salvi.

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1 Jean Roques, pp.37-42


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